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Noviembre: mes de la diabetes

Entrevista al Doctor Miguel Ángel Llados – Diabetólogo

El 14 de noviembre es el día mundial de la diabetes y, según la Organización Panamericana de Salud, es una oportunidad para crear conciencia sobre el impacto de la diabetes en la salud de las personas y compartir lo que los especialistas en el tema están haciendo para mejorar su prevención, diagnóstico y manejo.

Por eso, en esta edición dialogamos con el Dr. Miguel Ángel Llados, especialista en diabetología. Específicamente, nos centraremos e la diabetes tipo 1, también conocida como “diabetes juvenil” o “diabetes insulino-dependiente”, porque este 14 se cumplieron 100 años del  nacimiento de Frederick Banting, quien fue el que descubrió la insulina. “Gracias a Banting las personas con diabetes tipo 1 ya no se mueren”, expresó Llados.

“Antes, la insulina era extraída del páncreas de bovinos y ovinos. Hoy, gracias al avance de la ciencia puesta al servicio de la medicina, la insulina se realiza de manera sintética, en laboratorios específicos”, contó el diabetólogo.

Llados explicó que la diabetes tipo 1, a diferencia de la de tipo 2, no puede prevenirse: “Aparece sorpresiva e intempestivamente un día, lo que se conoce como debut, como una obra de teatro. Es brusca su aparición y no hay síntomas previos. Pero en ese momento del despertar puede suceder que las personas orinen mucho, por la gran cantidad de glucosa que tienen en sangre. Eso les genera mucha sed y también cansancio extremo, sin fuerzas para moverse”.

El nombre asignado anteriormente, “diabetes juvenil” no es casual, ya que ese debut se da en personas menores a 25 años. “Puede que haya algún caso de debut en la adultez o tercera edad, pero no es tan común, ya que se da principalmente en niños y adolescentes. Automáticamente luego del diagnóstico, comienza el suministro de insulina, que va a durar toda la vida, porque es una enfermedad crónica. El organismo no puede producir insulina, por lo que es necesaria su aplicación para poder vivir”, indicó.

El especialista comentó que 1 cada 500 estudiantes primarios y/o secundarios tiene diabetes tipo 1. Y que en la zona, tiene aproximadamente 60 pacientes.

El especialista, Miguel Ángel Llados

Los pacientes

El debut o diagnóstico de la diabetes tipo 1, como puede ocurrir con otra enfermedad crónica, produce un doble impacto: primero emocional, ya que los afectados deben tomar consciencia de que la diabetes los va a acompañar toda su vida, con la aplicación de  insulina, por lo que la incertidumbre y el miedo a lo desconocido se apodera de ellos primeramente. Y segundo, un ajuste en el estilo de vida: qué comer,  cuándo, qué ejercicio realizar, cómo medirse la insulina, en qué horarios.

Pero mediante la información, la visita a especialistas diabetólogos y un entorno social y familiar que ayuden, ese miedo e incertidumbre se disipan y comienzan a convivir con esa nueva condición.

El Dr. Llados presentó a cinco de sus pacientes, quienes vivieron su debut de maneras similares. Jésica (31) recordó el día de su debut: “Estaba en casa viendo un partido de voley en la TV e iba reiteradamente al baño y bebía mucho líquido. Mis hermanos me decían que estaba haciéndoles una joda, pero no, no podía aguantarme las ganas”. Ese mismo día, y gracias a un análisis de sangre, tuvo el diagnóstico que hoy la acompaña: diabetes tipo 1.

“Fue difícil aprender a inyectarme, a medirme, a leer, a conocer sobre la enfermedad. Pero hoy por hoy es parte de mi vida. Trabajo, juego al vóley, soy mamá de dos hijos. Mi vida es como la de otra persona, sólo que dependemos de la insulina, de la actividad física y de la alimentación para vivir”, contó Jésica.

Estefanía (30) contó que su debut fue a los cinco años: “Me acuerdo como si fuera hoy, fue después del cumpleaños de mi abuela, en Rosario. Yo estaba al cuidado de mi tío, sentada en su departamento en una reposera y no podía levantarme. Él llamó a mi papá y me hospitalizaron enseguida”.

Junto al Dr. Llados estuvieron también dos de sus pacientes más pequeños: Lucía (10) y Santino (9), acompañados de sus padres. “Cuando Santino debutó le dio muy alto, de hecho, tuvo un pico. Por eso estuvo internado cinco días. Teníamos mucho miedo, no podían estabilizarlo. Pero lo normalizaron y conocimos a Miguel. Santino ahora está bien, juega al fútbol, ama ir a la escuela. Pero nuestras vidas cambiaron por completo”.

Los padres, además, contaron cómo toda la familia y las instituciones que los pequeños transitan también debieron adaptarse al diagnóstico: “Fue pasando el tiempo y fuimos aprendiendo. Al principio fue difícil. Me preguntaba por qué le pasó a mi hija. Pero aprendimos y salimos adelante, gracias a Dios su vida es normal. Hizo natación, danza. Sus compañeritos y docentes siempre la cuidaron”, contó el papá de Lucía.

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