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Aceite de coco, ceras y mantecas vegetales Vs. sulfatos, parabenos y siliconas

La industria de la cosmética percibió que los consumidores se alejan de los derivados del petróleo y comienzan a competir con los productos más “verdes”

por Chama M. Nóbile

Quiero hacer una pausa en la entrega de notas que hablan de yuyos comestibles para referirme a un fenómeno que comenzó a observarse hace un tiempo en el mercado de la cosmética industrial: ahora las grandes marcas como Dove o Garnier, solo por nombrar un par a modo de ejemplo- se esfuerzan en demostrar que sus procesos de fabricación y sus productos son más amigables para el ambiente y los seres vivos.

Por otro lado, lejos de creer inocentemente que el motivo de las grandes corporaciones es el beneficio de la humanidad y no el de sus finanzas, en realidad este cambio radica principalmente en que los consumidores empezaron a exigir que lo que compramos sea para potenciar la belleza natural del cuerpo y no la de enmascarar el pelo y la piel con productos que, a largo plazo, terminan dañando tanto nuestras células como el ambiente.

Por esa razón comenzamos a ver que hay grandes marcas que ya ofrecen champús y cremas sin sulfatos, parabenos, ftalatos o siliconas… ¿Y qué significa eso? ¿Qué son esos ingredientes y en qué medida afectan nuestra salud? ¿Tenemos como consumidores la posibilidad de conseguir alternativas más ecológicas y saludables?

A principios de 2023 la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) advirtió sobre algunas sustancias tóxicas que pueden estar presentes en cremas, lociones y champús, entre otros productos cosméticos, elaborados con sustancias químicas que tornan peligroso su uso por los daños que causan principalmente en la piel y el cuero cabelludo.

Derivados del petróleo

El caso más conocido es el del formol, empleado en alisadores de cabello y que entre otros trastornos frecuentemente advertidos por las autoridades de salud figuran cuadros alérgicos de diversa intensidad. El empleo del formol aceptado por la Anmat es solo como conservador y endurecedor de uñas en concentraciones limitadas, no para alisadores de cabello.

Otros elementos a evitar son los aceites minerales, la parafina y la vaselina, por tratarse de derivados del petróleo que, por resultar económicos, se utilizan para crear una capa impermeable en la piel que da un aspecto de suavidad y tersura, pero que acaban obstruyendo los poros y generando complicaciones a nivel dérmico. Un ejemplo de este aceite mineral es un conocido producto para bebés de una reconocida multinacional estadounidense.

La parafina colocada en la piel es como un plástico, y al ser tan oclusiva, impide la respiración y tapona los poros impidiendo la expulsión de agentes contaminantes fuera del organismo, de manera que, cuanto más se la usa para hidratar la piel, más deshidratada se encuentra y más producto se necesita. Además, el organismo no puede metabolizarla. 

Los parabenos

A su vez, los parabenos son un grupo de sustancias químicas utilizadas como conservantes en los cosméticos ya que su objetivo es evitar la proliferación de bacterias prolongando la vida útil del producto, pero son absorbidos por la piel y tienen un efecto estrogénico. Es decir que pueden provocar alteraciones hormonales graves. Las fragancias sintéticas, en tanto, se presentan en casi todos los productos cosméticos y muy a menudo causan alergias, descamación, enrojecimiento de la piel, y dermatitis. En las etiquetas todas las palabras con la terminación “paraben” corresponden a estos elementos químicos.

Sin sulfatos, siliconas ni parabenos

En cuanto a los champús, se recomienda evitar los elaborados con sulfatos, siliconas y parabenos. Los sulfatos, presentes en muchos productos del mercado, generan mucha espuma, asociada por lo general a la limpieza pero que, en realidad, deja muy reseco el cabello y el cuero cabelludo ya que también remueve los aceites naturales. Al quedarse sin la capa de sebo protectora, el cuerpo interpreta que tiene que producir más cantidad y allí surgen los problemas de seborrea, caspa, descamación o grasitud elevada de la piel.

El laurilsulfato sódico (SLS) es un compuesto empleado generalmente en productos de higiene personal, como pasta de dientes, champús y jabones de baño. Como muchos detergentes, el SLS puede irritar la piel, causar eczema, enrojecer y secar la piel, en especial cuando se encuentra presente en altas concentraciones o cuando es usado con frecuencia. La nueva tendencia en el mercado son los champús Low Poo, que no contienen sulfatos y de ese modo disminuyen las probabilidades de irritación en el cuero cabelludo.

Cosmética natural

Los especialistas recomiendan productos naturales, como la glicerina vegetal o el SCI, que limpian suavemente sin eliminar la humedad, y de ese modo ayudan a reducir la ruptura y desprendimiento de la piel. El SCI (Sodium Cocoyl Isethionate) – es un tensioactivo para hacer champú sólido y cosmética casera. Este producto es un derivado del aceite de coco sin conservantes y fácilmente biodegradable. Es libre de sulfatos y no etoxilado. Permite crear formulaciones muy suaves que proporcionan abundante espuma y al ser combinado con los aceites y elementos herbales adecuados para cada tipo de piel, logran un notorio mejoramiento tanto de la fibra capilar como del cuero cabelludo. Incluso puede ser usado en bebés a partir de los seis meses.

También se alerta sobre los productos con siliconas, consideradas engañosas porque a corto plazo hacen que el pelo se vea más brillante y menos encrespado, pero a la larga sellan el cabello evitando que le llegue la humedad, por lo que se convierte en pajizo, opaco, seco, encrespado, y asfixiado.

Para poder verificar la composición del producto a adquirir hay que tener en cuenta que los nombres de los sulfatos más utilizados son Lauril Sulfato de Sodio (SDS) y Lauret Sulfato de Sodio (SLS), mientras que los de las siliconas son: dimeticona, cetildimeticona, feniltrimeticona, estearildimeticona, ciclometicona, y ciclotertrasiloxano.

Coco y jojoba, dos tesoros

La pregunta que surge entonces es ¿Qué podemos hacer para evitar esas sustancias? En primer lugar, si preferís comprar los productos de cuidado personal en supermercados o perfumerías, tenés que fijarte en que sus envases tengan sellos de calidad como el Icea que avala que no tiene sustancias nocivas y además es conveniente que estos productos no estén envasados en contenedores fabricados con ftalatos. Además, una opción muy conveniente para el ambiente es que los productos se vendan en envases reciclables, de vidrio y que no sean testeados en animales (crueltyfree).

Al alcance de nuestra mano tenemos muchos aceites y ceras vegetales que podemos aplicar directamente sobre la piel o el cabello, sin temer efectos secundarios y -lo que no es poco-cuidando nuestro bolsillo. Por eso una buena opción es producir nuestros propios cosméticos de forma casera o tener una opción de este tipo para probar y comparar resultados. Además brindan la posibilidad de usar lo que realmente le sirve a tu piel, lejos de lo que pasa con las fórmulas estandarizadas del mercado industrial.

Naturalmente humectantes

En cuanto al cabello la mejor opción es el aceite de coco (sin refinar) ya que es el único aceite vegetal que penetra y nutre la fibra capilar. Este aceite que se solidifica a menos de 25ºC no es recomendable para aplicar sobre el rostro porque su nivel comedogénico es alto y puede tapar los poros y generar acné.

En cuanto al aceite de jojoba se trata en realidad de una cera cuya composición tiene un 96% por ceramidas, unas grasas muy similares a las que genera la propia piel. Por ello, se absorbe rápidamente y no deja sensación grasa. –Suaviza y regula el pH dérmico, optimizando la hidratación, y por su riqueza en vitamina E protege la piel frente al daño oxidativo. Es excelente para regular problemas de cuero cabelludo tanto graso como seco y además puede aplicarse directamente sobre la piel del rostro al igual que otros aceites como el de oliva, almendra, palta y el de rosa mosqueta, por ejemplo. Estos aceites se encuentran en dietéticas y son de producción nacional a diferencia del el aceite de argán que proviene de Africa.

Como Cleopatra

Si te interesa probar con los aceites como lo hacía Cloepatra en la antigüedad, te recomiendo que elijas buenas marcas que ofrezcan productos de primera prensada en frío. Quizás cuesten un poco más que los del supermercado, pero garantizan su pureza y solo se utilizan unas gotas al día. Por lo que además es recomendable no comprar envases grandes para evitar que se enrancien u oxiden antes de poder terminar el contenido. Una buena forma de testear la calidad del producto es que venga en envase de vidrio color verde o ámbar, ya que la exposición a la luz de los que vienen en envases transparentes, deteriora su calidad más rápidamente.

Si buscás un poder más regenerante, podés optar por el uso de mantecas vegetales como la de cacao o la de karité (que no son las que vienen en el tubito plástico de la farmacia). Es recomendable adquirir el producto en bruto para comprobar su calidad. El precio elevado también es un factor determinante para saber si un producto está rebajado o si es puro.

Con toda esta información, ¿No te entran ganas de hacer tus propios cosméticos?

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