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María Catalina Echevarría, la mujer que le dio forma a nuestro símbolo patrio

En el marco del 20 de junio, entrevistamos a la doctora en historia Paula Caldo para conocer la historia de esta mujer santafesina con un rol protagónico en la gesta revolucionaria

Por Manu Abuela

Si abrimos un manual de historia, tanto de primaria como de nivel secundario, o si pispeamos algún libro de un reconocido historiador del siglo pasado que escribió sobre el proceso de creación y organización de nuestro Estado, no encontramos muchos nombres de mujeres mencionadas. Son algunas, muy pocas y de la alta sociedad las que aparecen, como ser Mariquita Sánchez de Thompson, y menospreciando su rol, degradándolo.

Pareciera que las mujeres no estuvieron presentes, o casi no existían. Como si, de golpe, el índice poblacional que expresa que hay más mujeres que hombres en el mundo no tuviera sentido, o no fuera así.

Pero la reflexión más atinada, es pensar que las mujeres no pasaron a la historia porque hacían “lo que debían hacer”, o lo que la sociedad de aquel momento mandaba para toda buena señora o señorita, como si esas tareas no fueran importantes. Y esto es erróneo.

Se podría pensar que aquellas mujeres que, desde sus quehaceres domésticos, desde sus acciones ordinariamente cotidianas o destinadas sólo para su género, no hicieron historia. Para refutar esta idea, y ubicar a las mujeres en aquel 27 de febrero de 1812 en la barranca rosarina del Río de la Plata donde Cosme Maciel, al mando de Manuel Belgrano, izó por primera vez la bandera, aparece la figura de esta mujer que hoy recordamos: María Catalina Echeverría.

Y, entendiendo que practicar el ejercicio de hacer memoria es una forma de honrar, hoy con este escrito honramos a Catalina. Porque, con sus manos y las de sus ayudantes, creó el símbolo patrio que nos identifica como pueblo.

Para poder rememorarla, El Impreso del Oeste dialogó con Paula Caldo, Doctora en Historia, Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación, docente universitaria y escritora. Con ella, reflexionamos sobre la importancia del rol de María Catalina y del movimiento historiográfico femenino.

En aquel contexto histórico, ¿cómo era la vida de una mujer?

La vida de las mujeres a principios del siglo XIX era una vida más ordenada por los códigos morales y las costumbres del siglo XVIII, que lo que va a ser luego el avanzar del siglo XIX y XX.

Por entonces, las mujeres eran complementos de la vida de los hombres y lo que fundamentalmente se disponían era a acompañar, a asistir, a contener y a maternar. Eran preparadas especialmente desde pequeñas para una carrera hacia la maternidad en relación a los varones de su familia.

Esto está más que demostrado: las mujeres rápidamente se casaban -12,13 años-, entraban a la vida marital desde pequeñas, con el consentimiento de sus padres. Y si quedaba viuda joven, rápidamente se volvía a casar. Solamente el casamiento dejaba de estar en el horizonte de posibilidades de una mujer en esa época cuando quedaban viudas y estaban menopáusicas, fuera de la vida reproductiva.

Su vida cotidiana era puertas adentro. Estaba dedicada a las labores doméstico, al acompañamiento de la familia. Había jerarquías: las que podían dar órdenes y ser asistidas, y por debajo muchos escalones. Entre los más bajos  estaban las mujeres negras e indias. Por eso, pensar a las mujeres es pensar en una variedad, no sólo en esta época sino hoy también.

En el caso de María Catalina, pertenecía a un sector acomodado, pero en una ciudad como Rosario. En aquel entonces, era una aldea de pocas cuadras, alejada de todo y sin el atributo de ser capital. Por lo cual, la vida transcurría mirando desde el interior, una vida doméstica. Las mujeres de ese tiempo y clase social sí escriben y leen, pero del resto muy pocas tenían acceso a la lectura. Fundamentalmente, escribían cartas y notas.

¿Hay basta documentación para la reconstrucción de la biografía y huella histórica de Catalina o las fuentes son escasas?

María Catalina es una verdadera incógnita. No hay fuentes de puño y letra de ella. Tampoco hay referencia explícita a que ella haya sido la que elaboró la bandera. Sí hay como un mito e imágenes que dan cuenta que esa mujer estuvo ahí, pero hay una laguna de fuentes que tiene que ver con una laguna de fuentes de mujeres que fueron escritas por otros.

De Catalina nos enteramos por la escritura de otros, actas de nacimiento, de defunción, propiedades. No hay una enorme documentación. A mí me gusta pensar que el patriarcado ejerce un efecto antibiográfico muy fuerte en las mujeres, en esas escrituras sociales que impiden que ciertas vidas, la de las mujeres, sean contadas. Y las huellas que dejan son marcadas por varones, por eso hay una gran incógnita.

Y también, quizás, sean decisiones de determinados momentos históricos decir que si era necesario coser algo, así sea la bandera nacional -ni más ni menos-, sean manos de mujeres. Porque por esa época, las labores de punto eran labores que toda mujer debía saber, tanto bordado, tejido, costura. Todas lo aprendían.

Catalina nació y creció en Rosario ¿Cómo llegó a dar con Belgrano?

Es Rosarina de cuna. Vivió en Rosario y pasó gran parte de su vida hasta que en el ocaso se mudó a San Lorenzo.

Vivió con sus padres adoptivos porque tempranamente quedó huérfana y la crió una familia muy reconocida para el Rosario de entonces. Esta familia, Pedro Tuella y su esposa Nicolasa Costey, eran personas importantes para la historia de principios del siglo XIX de Rosario. Él fue uno de los primeros que hizo un relevamiento de población en la ciudad. Fue además historiador y propietario de un almacén de ramos generales muy grande. Se supone que de allí sacó las telas para coser la bandera.

Ella tuvo la posibilidad de criarse en esa casa confortable y linda, en lo que hoy es el casco histórico. Rosario tenía pocas casas así, el resto era un rancherío de adobe, que se perdía entre tambos, gallineros y otros animales esparcidos por la barranca. 

Catalina se casó en 1810 con Manuel Vidal y se va a vivir a otra de las casas confortables. También fue madre de una niña. En ese interín, ella conoce a Belgrano por medio de la amistad que su hermano había trazado. Él era abogado. Con Belgrano eran amigos y supuestamente cuando pasó por estas latitudes se hospedó en la casa de los padres adoptivos de Catalina y es allí, en su casa, donde se le encarga supuestamente el confeccionado de la bandera.

Lo conoce azarosamente y por medio de los contactos masculinos de la familia.

¿Qué más se sabe de ella?

De su vida se sabe poco, de datos que provienen de registros de sus movimientos vitales. Por ende, se sabe que se casó, que tuvo una hija, que luego se mudó a San Lorenzo ahí pasa ser hermana secular de la Tercera Orden de San Francisco y terminó sus días.

Paula Caldo durante la grabación del documental de Canal Encuentro “Catalina, la mujer de la bandera”

Por ende, también se sabe que era muy católica, también como algo muy propio del Rosario de ese momento: un caserío en torno a espacios religiosos. Y justamente, estos espacios católicos eran para las mujeres los trayectos de sociabilidad. Es decir, para estas mujeres la religión era central: ir a misa, casarse, bautizarse.

Se sabe que estuvo presente en la confección de la bandera. Algunos dicen con ayuda de amigas, otras de mujeres de color, ya que había muchas mujeres negras en la provincia en aquellos años y trabajaban en estas casas acomodadas. Ella no hizo la bandera sola.

Muchas mujeres tuvieron un papel protagónico en el proceso revolucionario, ¿podemos decir que el de Catalina también?

Si, su papel fue un papel protagónico. De hecho, en los vitrales de la catedral y en el monumento a la bandera en Rosario está ella presente, acompañando el acto de izar la bandera.

Su gesto es interesante, porque si revisamos hoy las guerras por la independencia está lleno de nombres de mujeres que sonaron con fuerza en los últimos años. Pero lo particular que tienen los personajes como Catalina es que pasan a la historia por estos actos que visibilizan lo que las mujeres hacían en lo cotidiano.

Mayoritariamente las mujeres reconocidas por los historiadores son las que se masculinizaron. Y esta cualidad se relaciona con quiénes tuvieron capacidad de dejar marcas en la historia y quiénes no. Las que sí pudieron son mujeres que hicieron cosas de varones: fueron a la guerra, se travistieron, fueron espías, escribieron, se metieron en los “asuntos de hombres”.

De este modo, las que se quedaron en el territorio generalmente no pasan a la historia. Pero Catalina sí y lo hizo porque se involucró en un acto de la política: izar una bandera. Y ese hacer, que estimaban que eran de las mujeres, ella lo asumió.

Vale preguntarse quiénes son sus herederas, porque si pensamos por ejemplo en Juana Azurduy, sus herederas son mujeres fuertes, valientes luchadoras. En cambio, Catalina hizo lo que la sociedad mandaba a hacer. Algunas lo hicieron sin ningún tipo de marca, pero ella sí la dejó y pasó a la historia, con ese saber doméstico. Hoy sus herederas serían las costureras, por ejemplo.

Durante mucho tiempo las mujeres estuvimos colaborando, y esas colaboraciones fueron de distinto tenor. Y algunas, como ella, cosieron. No sabemos si ella sabía en ese acto de coser la bandera que estaba gestando nuestro símbolo de identidad de nuestro país, perdurando en las décadas. Pero sí sabemos que allí estuvieron las manos femeninas ¿Habrá elegido los colores? ¿Lo habrá copiado? Esa bandera tenía sólo dos paños ¿Habrá sido por falta de tela? Sólo sabemos que lo hizo, que quedó y hoy nos identifica

El rol de la mujer en la historia, en general, fue invisibilizado hasta hace pocos años. ¿Creés que el movimiento feminista contribuyó que los historiadores e historiadoras reivindicaran el rol de la mujer y algunas personalidades específicas?

Entramos tardíamente. Primero, conquistamos un lugar en el espacio donde poder escribir historia. Más tarde, el lugar de escribir historia sobre nuestra historia. Son dos movimientos distintos. En los años ´60 y ´70 lucharon por ser reconocidas y, dos décadas después, por hacer nuestra historia.

Hay dos motivos. El más fecundo es el que viene de las luchas feministas, de los estudios de género, de la perspectiva de género. Todo eso junto da lugar a decir que tenemos que ser incluidas, aparecer en la historia porque estuvimos. Y eso visibiliza trayectorias, tan presente en el feminismo. Esta idea de genealogía, de saber de quiénes somos herederas.

Cuando pienso en el feminismo, pienso en un movimiento que a veces fue más intelectual y otras veces más político, pero siempre luchó por la vindicación de los derechos de las mujeres en clave de igualdad. Reconocer que somos seres racionales. No existiría feminismo sin ilustración, nuestra gran bandera de lucha, la igualdad. Tener presente esa genealogía ordena la brújula para saber de quiénes somos herederas.

Nosotras no queremos una historia de las mujeres, sino con las mujeres. Una historia que genera lo relacional y esa historia con mujeres debe ser reescrita. Porque hoy hay muchos gestos de “hacer que aparecen”, pero no. No somos la nota de color.

Por otro lado, por la línea historiográfica francesa que buscaba nuevos temas, problemas y enfoques, ellos incorporan entre éstos otros temas a las mujeres. La obra que abre la revisión de las mujeres en la historia es la de Michelle Perrot y Georges Duby llamada “Historia de las mujeres en occidente”. Tiene que ver con la militancia, la visibilización, con recuperar su voz y con un gesto metodológico de decir nuevos actores y nuevas fuentes.

Lo interesante de la epistemología feminista es esa pregunta tan sencilla, que patea todos los tableros, que es “¿a dónde estaban las mujeres?”. Entonces, cuando Belgrano izó por primera vez la bandera, ¿a dónde estaban las mujeres? Y ahí aparece Catalina, en los vitrales, en alguna nota que la nombra. Y esa respuesta, en cierto sentido, visibiliza e incomoda. Porque fue una mujer la que le dio forma al símbolo patrio. Y aunque algunos piensen que es un detalle, muchos historiadores dicen que en los detalles está lo importante.

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