Un trabajo científico demostró que quienes viven en zonas fumigadas tienen 2,5 veces mayor riesgo de padecer enfermedades oncológicas.
Por Luis Blanco
“Nuestro trabajo ratifica el reclamo de las comunidades que vienen pidiendo que paren de fumigar y poder vivir donde no estén expuestos a este tipo de sustancias. Con nuestro trabajo ya no quedan dudas, la única política pública que tiene sentido para cuidar la salud de la población es la regulación y la restricción de uso de productos agrotóxicos en los alrededores de las comunidades, como mínimo a 1.100 metros”, dijo al periódico Pausa el médico e investigador, Damián Verzeñassi y destacó que “la gran deuda de quienes tienen que legislar y de quienes tienen que llevar a adelante la política pública es la de empezar a hacerlo en favor de la salud de los pueblos y no en defensa de los intereses de las corporaciones o de algunos pocos empresarios”.
El estudio al que refiere el especialista en salud socioambiental es el realizado en ocho localidades rurales de la provincia que demuestra que la mortalidad por cáncer en jóvenes que viven en zonas fumigadas es 2,5 veces mayor que en el resto del país.
El trabajo, publicado recientemente en la revista Clinical Epidemiology and Global Health por el Instituto de Salud Socioambienta (ISS) de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), confirma que vivir en pequeñas localidades rurales cercanas a las aplicaciones de plaguicidas agrícolas tiene un impacto negativo en la salud, manifestado principalmente en la incidencia y mortalidad por cáncer en la población joven. Los habitantes de estos pueblos tienen un índice de mortalidad 2,5 veces mayor que en el resto del país.
Aval de la ciencia internacional
La investigación fue revisada y convalidada por la prestigiosa publicación de la ciencia, que analiza los datos de ocho localidades del área agroindustrial de la provincia de Santa Fe obtenidos mediante encuestas sanitarias realizadas por alumnos del último año de la carrera de Medicina. Fueron evaluadas un total de 27.644 personas, que representan el 68% de la población total de Acebal, Arteaga, Chabás, Luis Palacios, San Genaro, Sastre, Timbúes y Villa Eloísa.
Según se aclara en el documento publicado “estas localidades fueron seleccionadas para el estudio debido a su intensa actividad agrícola, ya que hasta el 80% de la superficie que las rodea son destinadas a la producción de cultivos asociados a pesticidas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) estimó que en Argentina se utilizan tres veces más pesticidas por hectárea cultivable que en Estados Unidos o España”.
El estudio “Cancer incidence and death rates in Argentine rural towns surrounded by pesticide-treated agricultural land” (“Incidencia y mortalidad por cáncer en localidades rurales argentinas rodeadas de tierras agrícolas tratadas con pesticidas”), realizado por Verzeñassi y sus pares, Alejandro Vallini, Facun- do Fernández, Lisandro Ferrazini, Marianela Lasagna, Anahí J. Sosa y Guillermo E. Hough, demostró que la incidencia de cáncer en la población de las ocho localidades fue significativamente mayor en comparación a la población general. El estudio evidencia que en la población joven (15 a 44 años) la probabilidad de morir por cáncer es 2,48 (mujeres) y 2,77 (hombres) veces mayor en estas localidades en comparación con el resto del país.
El porcentaje de fallecimientos por cáncer cada 100 mil habitantes en estas localidades expuestas a pesticidas fue del 30%, mientras que a nivel nacional la cifra fue mucho menor, 19,8%. Al respecto, Verzeñassi comentó a El Impreso del Oeste que “el estudio pone en relevancia no solamente la problemática asociada al impacto que presenta en las comunidades la exposición a plaguicidas, sino la importancia de la construcción de información desde la universidad pública, en conjunto con las comunidades que habitan los territorios y expresan en sus cuerpos los impactos del modelo productivo”.
En la región pampeana, (Buenos Aires, Entre Ríos, centro-sur de Santa Fe y Córdoba y este de La Pampa) se producen el 85% de los principales cultivos del país, soja, maíz y trigo. Esto representa una superficie de más de 25 millones de hectáreas donde se estima que la utilización de pesticidas agrícolas para estos tres cultivos representa unos 138 millones de kilogramos anuales.
El estudio presentado por el ISS estima que la utilización de plaguicidas en Argentina es 7,1, 5,4 y 2,8 kg/hectárea para maíz, soja y trigo respectivamente, mientras que en Europa se utilizan 0,62 kg/hectárea y en EEUU 2,3 kg/hectárea. Además, señala que en los países de ingresos bajos y medios el porcentaje de plaguicidas altamente peligrosos asciende al 45% de los utilizados en agricultura en comparación con el 27% de los mismos, utilizados en países de ingresos altos.
También repasa que numerosos estudios demostraron que las derivas de los plaguicidas aplicados en los cultivos dan cuenta que los mismos no alcanzan solamente su objetivo, sino que fueron encontrados en regiones urbanas y periurbanas tanto en suelo como agua de lluvia, ambiente de localidades pequeñas, escuelas rurales y lagos poco profundos. Estos estudios demuestran que la deriva de los plaguicidas se da a través de distintos mecanismos pudiendo alcanzar poblaciones urbanas y pequeñas localidades rurales.
“Esto se ve favorecido por una legislación laxa, e incluso cuando existe legislación el control es generalmente débil, factores que favorecen el aumento de derivas hacia las localidades rurales”, se indica en el documento y agrega que “los plaguicidas agrícolas utilizados no son inocuos para la salud humana. La Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (Iarc) clasificó al glifosato como ‘probablemente carcinógeno para los seres humanos‘. Además, en una revisión reciente, el médico investigador, Dennis Weisenburger, proporcionó evidencia de que el glifosato y las formulaciones a base de esa sustancia son una causa de linfomas no Hodgkin en humanos”.
Más cáncer
El trabajo del ISS indica que también otros plaguicidas agrícolas se relacionaron con el desarrollo de cáncer. “Se encontró evidencia de aumento de esa enfermedad y genotoxicidad en trabajadores rurales o comunidades que viven cerca de campos rociados en diferentes países y entornos. Por ejemplo, en la región pampeana se encontró un aumento de la genotoxicidad en niños que viven cerca de campos rociados. Las tasas de incidencia de cáncer eran altas en una pequeña ciudad donde había pesticidas en depósitos, máquinas y campos”, revela el escrito.
La construcción de la información para el estudio se realizó durante el período 2010-2019 a través de los campamentos sanitarios instituidos como examen final de la Carrera de Medicina de la UNR. Las localidades seleccionadas para el estudio representan la región pampeana de producción agrícola intensiva, ya que desde la introducción de la soja resistente a glifosato en 1996 la producción agrícola se uniformizó en la región.
Resultados
La incidencia de los distintos tipos de Cáncer también fue mayor en estas localidades que en el resto del país. De esta manera, la incidencia de cáncer de mama, colon, pulmón, útero, laringe, riñón e hígado, entre algunos de los ejemplos, fueron mayores que en la población general, con la excepción del cáncer de próstata que fue mayor a nivel nacional.
Otra observación interesante de estos resultados es que la mortalidad por Cáncer varía en cuanto a la clasificación de los tipos de cáncer que sufren la población de las ocho localidades en comparación con la población general.
“Mientras en la población general el cáncer de mama, útero y ovario representan el 51% de las muertes por cáncer, en las ocho localidades representa el 22%, lo que significa un aumento de la mortalidad por cánceres menos frecuentes en la población general. En la población masculina la mortalidad por cáncer de colon representa el 30% de las muertes, mientras que en la población general sólo el 8%”, establece la investigación.
Algunos tipos de cáncer se relacionaron con plaguicidas específicos, por ejemplo, el linfoma no Hodgkin al glifosato o el cáncer de pulmón al 2-4-D, “pero explicar la presencia de tipos específicos de cáncer en las ocho localidades es difícil debido a la amplia gama de ingredientes activos utilizados en los plaguicidas”, se aclara y especifica que “los datos bien documentados sobre el aumento de la genotoxicidad debido a la exposición crónica a plaguicidas, tanto en niños como en adultos, pueden conducir a diferentes tipos de cáncer dependiendo del genofenotipo de cada individuo. Por esa razón, esto no anula el principio de precaución que debería conducir a políticas de reducción de plaguicidas, especialmente en el entorno de pequeñas poblaciones urbanas”. “En el presente estudio pudimos confirmar la hipótesis de que vivir en pequeñas ciudades rurales cercanas a las aplicaciones de plaguicidas agrícolas tiene un impacto negativo en la salud, es decir, en los resultados del cáncer”, concluye el informe.