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Daiana López: la bomba del vóley argentino

Desde hace 10 años juega en San Lorenzo y en la Selección Argentina. Se inició en Atlético San Jorge y luego pasó por Trebolense antes de partir a Buenos Aires.

Por Pablo Amadei

Daiana López es una morocha bien argentina, de ojos color noche y sonrisa amplia. Con 28 años recién cumplidos, nació un 11 de mayo de 1995, es más que una cara y un cuerpo bonito que despierta pasiones en cada publicación en sus redes sociales.

La hija de Rafael y Verónica juega al vóley desde que tiene memoria y es de las mejores del país. Su metro con ochenta centímetros y un cuerpo torneado a fuerza de gimnasio y entrenamiento la ayuda bastante con ello. Pero también una técnica estilizada producto de cientos de entrenamientos y una fortaleza mental que la lleva a querer mejorar día a día.

“La mentalidad es el 70% de un deportista. Podés ser técnicamente muy bueno, un prodigio físico, pero si no tenés la mentalidad es muy probable que no llegues. Hay el caso contrario de falto de técnica o física, pero con una mentalidad fuerte hace que todo lo demás empiece a engranarse y a trabajar para lograr el objetivo. Si te falta mentalidad es muy difícil. Para mí es importante como estoy de la cabeza. Cuando estoy en momentos difíciles es cuando más trabajo”, dijo para comenzar la charla con El Impreso del Oeste.

Sus orígenes

Nacida en Las Rosas, a los 5 años Daiana se fue con su familia a vivir a San Jorge. La cuarta de cinco hermanos encontró el vóley a los 7 años en Atlético San Jorge un poco por efecto contagio ya que varias compañeras jugaban en el “Uruguayo”, y también porque Betiana, la profesora de gimnasia y también entrenadora de vóley en Atlético, la convenció de ir. Y fue amor a primera vista.

Ocho años después y cuando ya había pegado el “estirón” de la adolescencia se fue a jugar a El Trébol, a Trebolense. Eran tiempos de viajar tres veces a la semana para entrenar y los fines de semana para jugar. Allí encontró un club que desde hace años tiene un proyecto de desarrollo del vóley y que es un auténtico semillero de jugadoras que hoy están en la selección y en las mejores ligas del mundo.

“Trebolense tiene un proyecto y lo sostiene en el tiempo. Ellos proyectan armar jugadoras, entienden al vóley como un espectáculo, no por nada tienen el torneo más grande a nivel nacional, entienden lo que es el producto vóley y laburan a pleno, seriamente. Saben cómo entrenar, como llevar el ritmo. Hay mucha gente trabajando detrás con apoyo del club”, confesó Daiana.

Con el vóley pegado a la piel, el salto a Buenos Aires fue una decisión que no necesitó mucha reflexión. A los 18 hizo las valijas y llegó con la idea de estudiar, pero más que nada, con la mente fija en jugar. “Uno va en busca de un sueño y sabe que el costo es dejar la familia, estar lejos de los afectos. Es resignar un poco tu lugar y tus comodidades para ir en busca de un sueño. Pero me preparé para estar a la altura porque sabía que quería ser jugadora de vóley. Llegar a Buenos Aires y poder mantenerme”, rememoró sobre aquellos primeros momentos entre el cemento de los edificios y el tránsito de las avenidas.

Los comienzos

Pudo haber sido jugadora de Boca Juniors, donde quedó seleccionada en una prueba que hizo junto a una amiga, pero finalmente fue San Lorenzo.

“A último momento en Boca nos dijeron que tenía que ir una sola. Ninguna quería ir sola y entonces el técnico le pasó el contacto al entrenador de San Lorenzo y nos contó el proyecto y como sabía que queríamos estar juntas, nos fuimos las dos”.

En ese primer momento en Buenos Aires comenzó a estudiar Educación Física y llegó hasta segundo año cuando quedó embarazada de su único hijo, Ignacio.

“Nacho”, como obviamente todo el mundo lo conoce, tiene 7 años, heredó los genes maternos del vóley y juega por supuesto en San Lorenzo, aunque por ahora comparte espacio con el básquet.

Y es que en el club de Boedo, Daiana encontró su segunda casa, un lugar no solo donde perfeccionar sus aptitudes técnicas, sino donde jugar al más alto nivel y fortalecer su mentalidad ganadora. Desde hace una década el ”ciclón” es protagonista de todo lo que juega y Daiana ha sido fundamental en cada éxito deportivo.

En San Lorenzo Daiana dejó de ser Daiana para ser “La bomba”, apodo por el que se la conoce en el mundo del vóley y que nació de su entrenador Mario Gallego.

“No se por qué me empezó a decir así, fue medio gracioso. Después me hicieron un flyer, en la tele me decían La bomba y se me fue de las manos. Al principio me costó, pero no podés ir contra la corriente así que después me empecé a reír cada vez que lo escuchaba y ahora ya es natural”, contó.

A la par de los triunfos, vinieron propuestas para jugar en el exterior, todas rechazadas para quedarse en su club. Una rareza en donde la mayoría de los deportistas eligen contratos en dólares de cualquier lugar del mundo que por pequeños que sean siempre serán superiores a nuestros devaluados pesos. Y el vóley femenino no está exento de esta realidad, con una diáspora que se acentuó en los últimos años.

Pero Daiana fue la excepción y así lo explicó: “Tengo una situación particular porque soy muy de mis afectos y lugares, tengo una familia. Para mi construir un lugar como el que construí en San Lorenzo me sería difícil de dejar. Lo mismo me pasa con mi familia. No los veo todos los días, pero sé que me subo a un colectivo y los veo. Son prioridades y elecciones que uno hace”.

Y también vinieron las convocatorias para la Selección Argentina que se transformaron en recurrentes con cada nuevo proceso preparatorio para alguna competencia. De hecho, ahora mismo está practicando con el nuevo entrenador, Daniel Castellani, en la previa de un año que tendrá competencias como el Panamericano, Preolímpico, o Sudamericano.

“La sensación de jugar con la selección es otra cosa. En San Lorenzo estás en tu casa, pero con la selección estas defendiendo a tu país, tu bandera, representa un montón. Ver un estadio que se cae de gente es emocionante, te pasan un montón de cosas por adentro cuando se canta el himno y parece que se viene el mundo abajo y te apretás fuerte con tus compañeras para no llorar”, explicó.

Gracias a su rendimiento logró ser de las pocas jugadoras de vóley en Argentina que vive de eso, de jugar. Pero sabe que no son todas y que es un paso necesario que el deporte necesita dar para seguir creciendo. Eso y hacer del vóley “un espectáculo que atraiga a la gente, que no sea solo un deporte. Tenemos muchas jugadoras, pero hay una cuestión económica que hay que respaldar”.

Reconoció que, si un día necesitó irse a jugar a Buenos Aires para crecer, es porque la capital argentina tiene condimentos únicos que le faltan a otras ciudades del país para tener buenos equipos. “No es solo una cuestión económica, sino que los lugares deben tener condiciones para que las jugadoras estudian y vivan como las ofrece Buenos Aires”, explicó.

El futuro

Dijo que le gustaría jugar hasta los 40 años por lo menos siempre y cuando pueda mantener el nivel porque no le gustaría “jugar por jugar”. El retiro lo ve lejano como para pensar en retornar a aquella ciudad de la infancia.

“Quiero quedarme jugando en Buenos Aires todo lo que pueda y cuando llegue el momento de volver a mi casa hacerlo y si me dan ganas de jugar allá, bueno veremos”, aseguró.

Está claro que no se ve fuera del ambiente del vóley porque “los deportistas de alto rendimiento nunca se desconectan de su amor. De alguna u otra manera seguís conectado siendo técnico o jugando mami vóley”.

Eso sí, a la hora de elegir si le gustaría volver en algún momento a alguno de sus primeros amores deportivos, Trebolense o Atlético San Jorge, su mente se llena de dudas porque “Trebolense me representa en lo profesional por cómo trabaja, pero San Jorge son mis compañeras de colegio, mis inicios. Es un sentimiento aparte”, finalizó.

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