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Cuatro paredes y un techo

El problema de la vivienda es un dilema de todos los tiempos y que se ha suscitado en todas la latitudes del planeta. Cañada de Gómez no podía quedar afuera.

Por Quique de María

Para cualquier persona que no sea propietaria, tener un lugar para vivir, que no sea a la intemperie, significa un trastorno múltiple. Nos referimos a quienes están lejos de ubicarse en la base de la pirámide social, el trance es de gran alcance en materia de estratos. En el imaginario colectivo no aparece el concepto de realidad sistémica.  

Hace unos días tomó contacto con El Impreso del Oeste, María de los Ángeles quien, junto a sus tres hijas menores de edad, se ha visto en la necesidad de guarecerse durante dos meses en un cuarto que le cedieron de manera provisoria en el Club Tigre de Cañada de Gómez. En estos días, desde la institución le han comunicado que necesitan hacer uso de la dependencia. 

Una historia

No vamos a centrarnos en esta historia en particular, sin embargo nos extenderemos brevemente. Por un lado, porque fue el disparador que nos motivó a seleccionar la temática a abordar en éste número y, en segundo lugar, el hecho de conocer algunos detalles de casos concretos, nos facilita la posibilidad de renovar la toma de conciencia sobre la gravedad de la situación que atraviesa quien no dispone de un techo. 

Fuimos el lunes 3 de abril a la mañana a entrevistar a la mujer, quien expresó que, a pesar de no tener trabajo actualmente, dispone de ingresos que le permitirían alquilar. Pero tropieza con la más famosa de las dificultades, adolece de no contar con garantías. 

María de los Ángeles expresó: “Fui a hablar con las autoridades políticas de la ciudad y decidí salir por los medios, porque realmente no tengo un lugar, no tengo donde ir”. Cabe aclarar que el lunes por la noche se comunicó con este medio para informar que la habían contactado desde el municipio para tratar su problema en la mañana del martes. Ese mismo día nos contó que la reunión tuvo que ver con sugerencias que le hicieron desde el área Promoción Comunitaria. Hasta el cierre de esta nota no había soluciones a la vista.

Volviendo a la cuestión general, brindaremos algunas claves de una realidad que involucra a una gran parte de la población, más allá de las diversas particularidades de cada historia.

La Municipalidad, como corresponde a toda gestión, brinda distintos tipos de asistencia social, incluso en esta materia, pero no cuenta con algún edificio que albergue familias de manera permanente o transitoria mientras se encuentra una salida. Es menester señalar que tampoco proliferan los casos de esta suerte de demanda en la proporción de las grandes urbes.

Muchas historias

Las características de la situación que tomamos como referencia también es de utilidad, ya que se trata de un caso, como ya señalamos, de una persona que asegura tener algo de disponibilidad de dinero: asignaciones familiares y cuota alimentaria de parte de su exmarido, etc. Esto evidencia que la falta de una vivienda no es cosa exclusiva de las personas más carenciadas.

El ya mencionado tema de las garantías suele ser una importante barrera para muchos, aún dentro del universo de gente que cuenta con ingresos de manera regular. No es privativo de Cañada de Gómez pero forma parte del complejo abanico de condiciones adversas para quien intenta ser inquilino.

Durante la campaña política de 2019 este periodista se propuso la siguiente experiencia: cuando tocaba entrevistar a algún candidato que venía a la ciudad, a cada uno se le hizo las preguntas específicas, pero reservando el disparador para que cada postulante se explayara sobre el problema de la vivienda. En dicha experiencia, todos se remitían a proyectos relacionados con la construcción, impulsar loteos, créditos blandos para el acceso a compra. Pero no se contemplaba el mejoramiento de las condiciones para alquilar. Es lógico que la promesa de poder alcanzar la casa propia es más seductora que la de poder alquilar con menos dificultades, también es lógico que no va a haber soluciones habitacionales para todos los habitantes.

El otro obstáculo que se presenta en el plano local, es la escasa oferta de inmuebles para alquilar. La mayoría de los cañadenses lo saben. Se pueden ver muchos carteles de venta, mientras que dar con uno que diga “se alquila” se convierte en una hazaña. En un territorio donde se ve una importante cantidad de propiedades que están a la venta, las que desde hace años se ofertan sin que se concrete la operación, quedan vacías pero no se alquilan. No hay una razón exclusiva. Hace exactamente un año  consultamos a diferentes propietarios y la lista de las explicaciones que se obtuvieron es larga. 

La insuficiencia de posibilidades del mercado de alquileres es una realidad que data de muchos años y, en los últimos tres, es frecuente encontrarse con vecinos que manifiestan buscar sin lograr el contrato. Muchos de ellos, sin demasiados requisitos en cuanto a la calidad del inmueble, ni siquiera respecto a la zona o barrio, les cuesta concretar el cometido. Consultado en varias oportunidades, un profesional que administra los alquileres de sus propias casas, respecto de si tenía algo disponible, la respuesta siempre fue la misma: “Nadie se quiere ir”.

Más allá del dinero

Es importante, al menos, mencionar otra contrariedad significativa de quien alquila: el muy conocido estrés que implican las mudanzas, sumado a la sensación poco feliz de tener que afincarse siempre de manera provisoria. Es otro de los padecimientos bastante conocido pero que, tal vez, esté naturalizado.

En la mayoría de las circunstancias adversas que conlleva el intento de la proeza, hablamos de gente que pertenece a la clase trabajadora con cierta estabilidad. Es habitual que cuando se plantea esta problemática se ponga la atención en los mal llamados “casos sociales”, los que indudablemente constituyen las situaciones más duras. Pero, en este caso, nos referimos a personas cuyo problema no es la falta de dinero o incluso de los avales que suelen exigirse, y sin embargo se advierten severas complicaciones. Por eso, podemos inferir lo escabroso que resulta cuando se trata de familias o individuos que ni siquiera disponen de un monto necesario para poder alquilar una vivienda, por modesta que sea. 

Y, si es dificultoso para quienes cuentan con algo, para quienes cuentan con casi nada puede significar un desafío descomunal, por lo que ameritaría un abordaje diferenciado.

Por lo dicho, vale la pena citar a Wimpi en uno de los cuentos de su libro El Gusano Loco: “…que los fabricantes de ladrillos no habían podido lograr durante más de cinco mil años un promedio mayor de 450 ladrillos por día y por individuo. Una fábrica de funcionamiento continuo producirá 400.000 ladrillos por día y por operario. Y nadie encuentra casa.” Este fragmento final del relato que se llama La Paradoja es de una publicación de 1952. La paradoja parece más vigente que nunca.

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