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Cuchillería de autor. La legendaria pasión por el acero de Damasco

Po Luis Blanco

Pablo Bauducco divide sus horas entre numerosas actividades. Sus ocupaciones como médico veterinario y productor agropecuario le demandan gran parte del día, pero se hace espacio para destinar el tiempo necesario a una de sus grandes pasiones, la cuchillería. Entre listones de acero, herramientas y máquinas ruidosas se mueve con soltura y cultiva la paciencia, la misma que aplicó durante todo el proceso de aprendizaje y que con el paso del tiempo lo convirtió en uno de los pocos artesanos de la región que fabrica increíbles unidades en acero de damasco.

La técnica, también denominada acero damasceno o damasquino, se utilizó en Oriente Medio para la confección de espadas aproximadamente entre los años 900 y 1750. El acero de Damasco era un tipo de aleación que se lograba fundiendo hojas de acero de composición y características diversas para lograr combinar cualidades de resistencia y flexibilidad y así convertirlo en un material especial para la construcción de las mejores espadas. Leyendas originadas en esos años cuentan que la misma espada podía cortar un retazo de seda en el aire y también trozar una piedra sin perder el filo.

Básicamente la misma técnica, pero con mejoras en las herramientas y los procesos aplicados, llevan hoy a obtener hermosos cuchillos de alta gama que muestran en sus hojas motivos tan vistosos como cautivantes.

Sobre sus comienzos, Pablo contó que siempre le llamó la atención y lo atrajo la construcción de cuchillos. “Pero pensé que era algo muy difícil, casi imposible de concretar y que había que tener una metalúrgica para aplicarse a la actividad. Pero con el comienzo de Internet comprendí que no era así y que con algunas herramientas básicas y ganas podía empezar”, recordó.

Los primeros ensayos fueron en el patio de su casa, arriba de un tanque a modo de mesa de trabajo, una amoladora y hierros viejos. “De a poco fui aprendiendo a base de prueba y error porque no tenía a quien preguntarle. Conocía algunos que habían empezado como yo, con técnicas muy básicas”, dijo y agregó que “un avance significativo lo logré con Internet. Fue un medio para conectarme con gente que me explicó procesos y despejó dudas al tiempo que veía trabajos de artesanos de distintas latitudes”.

“El gran salto lo di cuando comencé a cursar con un artesano de Sauce Viejo, que tiene muchos años de experiencia y enseña muy bien. Durante tres años me capacité y aprendí el mundo de los metales y todo lo que no hay que hacer”, dijo y contó que al mundo de la elaboración de acero de Damasco ingresó luego de observar trabajos en la red de redes.

“Al principio pensé que era una locura. Pero armé una fragua en la galería de mi casa y luego me tuve que ir porque quemé los cerámicos. Renegué muchísimo”, confió entre risas y luego detalló cómo comenzó a avanzar en su taller, donde ahora hay herramientas por donde se mire. Una fragua a gas con forzador de aire, un torno, un horno de templado, una prensa hidráulica, lijadoras de banda, morsas y yunques de diversos tamaños.

“Fundamentalmente hay que tener ganas, practicar y ganar experiencia. Al principio se arruina mucho metal, pero después se va tomando la mano”, observó y añadió que “la técnica consiste en apilar planchuelas de aceros de distinta composición, calentarlas en la fragua y, una vez alcanzados los 1.250 grados centígrados se golpean o se aprietan y se sueldan unas con otras conformando una sola masa”.

Después, según el gusto o el dibujo que el artesano busca se van cortando, apilando y repitiendo el proceso para luego aplicar distintos métodos de forjado. “Mientras más capas se aplican más lindo queda”, explicó Pablo y confió: “Generalmente se obtienen entre 80 y 200 capas de metal. Se trata de buscar dibujos que se forman con el acero al carbono, que aporta el color negro, y acero al carbono con níquel que suma el plateado”.

El trabajo permite lograr una superficie muy estética que se aprecia mejor tras un ligero ataque químico con percloruro de sodio, que revela bandas de trazados sinuosos o geométricos de gran belleza. “En este punto uno se puede sorprender o desilusionar, porque se trata de la etapa final de la fabricación de la hoja. Si los pasos se hicieron correctamente, al terminar el proceso se puede observar la perfección del trabajo”, explicó el artesano.

Después, llega otra etapa importante que también merece el mismo esmero. Maderas de todo el mundo, huesos, astas, piedras e infinidad de materiales se pueden aplicar a la hora de confeccionar un buen cabo, acorde a la estética de una hoja sinigual. Además de llegar a una pieza con extraordinaria belleza ornamental se puede asegurar que no habrá otra igual en el mundo y ese punto conquista tanto al artista como al destinatario del trabajo.

“También pienso mucho en la calidad de la pieza terminada. A los cuchillos los hago para usarlos y siempre pensando en el uso que se le dará según el tipo de herramienta que se busque. Hay quienes piden determinadas características, otros que dejan el diseño a mi criterio y quienes eligen uno ya construido del muestrario”, contó Pablo.

Pablo confecciona cuchillos a pedido y la promoción se hace de boca en boca, no publica en redes sociales y solamente tiene un perfil de Facebook al que se le puede enviar mensajes.

“Hay que pensar cada paso, disfrutar el tiempo que lleva cada etapa y tratar de cumplirlas correctamente. Aunque hay algunos que opinan que los cuchilleros no arruinan cuchillos, sino que los hacen más chicos”, bromeó y contó que la actividad lo cautivó como hobby y en ningún momento lo pensó como un trabajo o como medio para ganar dinero.

Entre sus logros más preciados, exhibe con orgullo un cuchillo cuyo cabo fue confeccionado en tiento trenzado por su padre Rubén, médico de profesión, escritor de novelas policiales, coleccionista de autos antiguos y entusiasta como su hijo. Después de cumplir los 80 se impuso el desafío de aprender las artes de la soguería que hoy aplica en cabos magistrales.

En el taller de Pablo, también se puede apreciar una amplia colección de trabajos terminados que dimensionan en parte su obra, la gran cantidad de horas invertidas, la precisión en el oficio y la belleza de la forja con una técnica milenaria.

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