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Los niños y las pantallas

Por Elisa Ridolfo

A diario, vemos a bebés sumergidos en las pantallas con los ojos grandes, las pupilas dilatadas y una increíble quietud no esperable para la edad que presentan. Maravillados frente a ese hecho, la mayoría de nosotros cree que hay regulación porque los vemos tranquilos, muy tranquilos. Entonces la pantalla los regula, pero muy lejos está ese pensamiento de la realidad.

La exposición a un dispositivo electrónico genera en el niño una apabullante cascada de estímulos, que hacen que se detenga por completo con su atención, totalmente absorbida por ese elemento, y a partir de ese momento ocurre una gran disociación, como si su cerebro se separara de su cuerpo. En otras palabras, su cerebro está en acción y actividad imparable y su cuerpo en quietud, congelamiento y pausa.

Cuando el dispositivo se retira aparece el caos, la desregulación incontrolable, la desesperación y la necesidad de volver a esa quietud. No puede más regularse sólo, porque ya está en disociación, su cuerpo se alejó de su cerebro y domina la situación.

En movimiento

Recordemos aquí algo importante: los niños son cuerpo y el cuerpo es actividad, acción, hacer en forma permanente. Los más pequeños se mueven sin parar porque así descubren el mundo que los rodea, a partir de sus posibilidades físicas, advirtiendo hasta donde pueden o no llegar. Los momentos pequeños de quietud que existen se relacionan con la exploración en la motricidad fina, en donde la atención y el hacer corporal van de la mano.

Entonces, cuando un bebé o un niño se encuentra con un dispositivo electrónico (computadora, televisor, celular, tablet) debemos pensar ¿Cómo llegó hasta ahí? Cuando nos permitamos hacernos esta pregunta, entenderemos que el primer obstáculo en este tema somos los adultos, que los habilitamos y dejamos a su alcance.

Volvamos a recordar algo que ya vengo mencionando en artículos anteriores, y es que el adulto es el responsable de brindar regulación al niño, de darle significado, contención, apoyo, sostén, de favorecer el apego, los cuidados, los límites, el tiempo. No existe la posibilidad real de que el niño solo pueda regular el uso de un dispositivo, de ese exceso de información, de imágenes, de sonidos y de movimientos que las pantallas generan.

Pantallas adictivas

Existen vastos estudios que arrojan que este tipo de instrumentos digitales son altamente adictivos, porque el cerebro recibe recompensa inmediata al estar interactuando con una pantalla. Así, se produce una cantidad excesiva de dopamina en el cerebro que genera tanto una satisfacción inmediata llena de placer (que no perdura por tanto tiempo) como su abstinencia, cuando no se tiene en forma permanente.

La dopamina es un neurotransmisor involucrado en la toma de decisiones y en muchas otras funciones cerebrales como la memoria, las sensaciones placenteras, el sueño, el estado de ánimo, la atención y la actividad motora, entre otras, generada por varias drogas como la cocaína, el alcohol y el cigarrillo.

A partir de esta definición, surge la pregunta ¿Cuáles son los efectos que produce en los niños y niñas el exponerse durante mucho tiempo, creando adicción a las pantallas? La respuesta se visualiza en la falta de atención y concentración en una sola cosa, la disminución del vocabulario, la impulsividad, berrinches desproporcionados. Pero, sobre todo, la incapacidad de establecer y desarrollar relaciones sociales, apartándose casi por completo de las interacciones familiares o con amistades.

Es importante subrayar que ningún estudio apoya hoy la introducción de las tecnologías en la infancia. Algunas de las recomendaciones que nos hace la Asociación Pediátrica Canadiense son no acercarle ningún tipo de pantalla digital a niños menores de dos años. Entre los dos y los cinco, que la exposición a ellas sea menor de una hora (si es posible evitarlas). No usarlas en la cama, antes de irse a dormir. Para los padres, dicha Asociación recomienda que adopten estrategias lúdico-educativas parta regularlas y establecer límites, armando un plan para regular su uso en el hogar.

Siempre la mejor opción es sustituir el tiempo de la pantalla con actividades en el exterior, con lectura, manualidades, donde la creatividad y la imaginación se desplieguen. También es importante comprender que los adultos debemos despegarnos de las pantallas, para compartir ese momento con nuestros hijos e hijas.

Citando a Maturana “no nos equivocamos, no sabemos” pero ahora que ya tenemos la información, ¿Cómo vamos a actuar al respecto?

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