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Ruben Digilio: el cazador de turistas

El fotógrafo porteño, con más de 30 años de trayectoria como fotoperiodista de reconocidos medios gráficos nacionales, presentó su libro “Clase turista”, una selección de fotografías que son la columna vertebral de su carrera profesional.

Por Rodrigo Chavez Lagraba

En el año 2019 la vida del fotógrafo Ruben Digilio dio un vuelco inesperado, fue despedido del diario Clarín junto a 55 compañeros más. Después de 21 años de carrera en ese medio y a casi dos años de jubilarse, su nombre rebotó por diferentes medios a partir de la noticia de la desvinculación.

Sin embargo, los años venideros no fueron magros y trajeron nuevas propuestas y una activa agenda. A pesar de la pandemia, Digilio se reinventó como docente/tallerista y, a partir de la insistencia de una amiga editora, publicó su primer fotolibro llamado “Clase turista”. Se trata de una selección de fotografías que el autor recabó durante prácticamente toda su vida en diferentes puntos del globo.

Clase turista

“Tengo un laburo que vengo haciendo cada vez que viajo, ya sea porque me voy de vacaciones o por trabajo, algo que me tiene enganchado: la gente en ‘modo turista’ ¿De dónde viene esto? Yo vengo de una familia italiana. Cuando era chico me llevaban todos los años a Mar del Plata y a mí me quedó marcado cómo me disfrazaban, cómo íbamos a la rambla. Y siempre me dije ‘tengo que hacer algo con todo esto’. Porque, por un lado lo disfrutaba y por otra parte… ese quilombo de ir a la mañana temprano a la playa, con los bártulos, las heladeras, las milanesas, las tortillas. Siempre tuve esa dualidad de disfrutarlo y no disfrutarlo”, dice Rubén Digilio mientras trata de construir el concepto de su obra.

Retoma la idea y revive cómo nació esa búsqueda. “Miraba todas las cosas que hacía la gente de vacaciones y lo disfrutaba porque pensaba ‘por fin veo a la gente en otro estado’. Hay un modo turista. Entonces empecé a hacer fotos de la gente un poco ironizando, un poco compartiendo y hasta siendo yo un poco turista. Empecé a trabajar y cada viaje que hacía por trabajo, en mis ratos libres, me dedicaba a buscar situaciones de personas que estaban de vacaciones”.

Esa es la síntesis que el autor encuentra para reflejar parte del trabajo de una vida. Fotos de su infancia, de su juventud, capturadas con cámaras analógicas y digitales. De sus 65 años de vida, Digilio extrae esa pasión subterránea a los trabajos pagos y selecciona los mejores ejemplares de esas caserías de personas en situación de viaje.

El libro

La propuesta de publicación del fotolibro parte de una amiga de Digilio, la editora Laura Lavergne de LP editores. Ella fue quien lo impulsó a organizar las fotografías para la edición. “Laura me dijo ‘esas fotos las tenés que mostrar ¿Cómo las vas a tener escondidas?’”, recuerda el fotógrafo a propósito del dialogo con la editora. “Me junté con ella hace dos años y dije ‘estamos en pandemia, hagamoslo’. Entonces nos empezamos a juntar con ella y su socio, Jorge Piccini, a ver las fotos editadas, cómo ordenarlas, qué poner; una periodista amiga me escribió el texto que abre el libro en castellano y en inglés. En febrero de este año salió el libro, en ese momento en formato digital”, aclara. Hoy el libro se puede obtener en formato físico a través de la tienda virtual Fotolibro Rodante desde cualquier punto del país.

Nacido para mirar

Si para Charly García la “maquina de mirar” era una cámara filmadora, para Digilio es una cámara fotográfica. Según su propia versión de los hechos, se vinculó desde joven con la fotografía y, gracias al empuje de un fotógrafo amigo, llegó a trabajar a la prensa gráfica. Pero más allá de tratarse de un trabajo en relación de dependencia, sacar fotos se transformó en una forma de vida.

En cada viaje de esparcimiento, mientras el resto de la gente vive su “modo turista”, Digilio ve lo que pocos pueden ver. Incomoda, por momentos, con su cámara cuando dispara de incógnito y otras veces las personas ni se enteran que están siendo perpetuadas en una imagen.

“Acá no hay nada posado”, sentencia. “Todo de incógnito, metiéndome entre la gente en el museo del Louvre, caminando por París, bajo el arco del triunfo. Tengo fotos de los parques de diversiones de EEUU de cuando llevaba a mi hija de vacaciones y, mientras ella se iba a los juegos, yo me quedaba sacandole fotos a la gente”.

La fotografía en un devenir distópico

Desde la aparición de la fotografía digital a principios del nuevo milenio, los críticos vaticinan un réquiem para el arte fotográfico. Hoy esa proyección no desapareció, sino que se vuelve inminente a la luz de las nuevas tecnologías que intervienen en la forma de producir y consumir fotos. En estas dos últimas décadas, se vive la proliferación de cámaras portátiles y celulares inteligentes, además de la sobreexposición de imágenes que inundan redes y dispositivos. Como tiempo atrás aseguró el fotógrafo mexicano Pedro Meyer, hoy todo el mundo saca fotos y, casi todo el mundo, saca malas fotos. Para muchos de los críticos, la fotografía artística tradicional está condenada a muerte.

“Todo el mundo es fotógrafo”, apunta Digilio apoyando la visión de Meyer. “Vos me hablas del celular y me pongo loco. Mirá que me aggiorné a un montón de cosas, pero sacar fotos con el teléfono no lo siento. Eso lo puedo hacer para sacarme una selfie con los amigos. No es que lo critique, porque he visto fotos sacadas con celulares que son espectaculares, pero yo siento la fotografía desde otro lado”, confiesa.

Entonces ¿Por qué apostar a un fotolibro impreso en épocas del furor digital? La respuesta de Digilio apunta a la saturación. “Para mí ver las fotos en un papel, o leer el diario o una revista, no es lo mismo que verla en una pantalla ¿Sabés cómo estoy de editar y ver fotos en la compu? Hoy ver mis fotos publicadas en un papel es fundamental, es lo que siento. Yo todavía estoy padeciendo el no ver mis fotos publicadas en un diario oen revistas”.

A la luz de las proyecciones y de la multiplicación de nichos de consumidores de fotolibros impresos, es difícil llegar a sentenciar la muerte o la vida de una forma de expresión. Puede que las acciones entusiastas de artistas como Digilio sean el canto de cisne de una forma de hacer fotografía, o puede que sea la forma de mantener viva esa llama. Por lo pronto, la invitación a empaparse de momentos robados a turistas por la lente del autor está hecha.

¡Miren!

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